jueves, 1 de agosto de 2013

DE CINE: SCHRAMM (JÖRG BUTTGEREIT, 1993)




Año: 1993

País: Alemania
Duración: 70 min
Director: Jörg Buttgereit
Ficha completa AQUÍ

ARGUMENTO
Lothar Schramm es un taxista berlinés que vive enamorado de su vecina, una prostituta sadomasoquista, y vive atormentado viendo la llegada de clientes al domicilio. Él es un vecino ejemplar, que hasta le prepara el café, le sirve de chofer y hasta cenan juntos... pero cuando está a solas da rienda suelta a sus perversiones esquizofrénicas y paranoicas.

COMENTARIO
El ultragore alemán es una corriente de “cine” de la que ya hemos hablado alguna vez en este blog, comentando parte de la obra de Olaf Ittenbach, Premutos y The burning Moon. Junto a Ittenbach hay otros dos directores que cierran una especie de santísima trinidad del gore extremo teutón, Andreas Schnaas (director de aquella desagradable trilogía de nombre “Violent Shit”) y Jörg Buttgereit, creador de las películas Nekromantik, el Rey de la Muerte y de la que con gusto vamos a hablar hoy, Schramm.
Partamos de la base de que, pese a todas las enmarcaciones de género, yo no metería a Buttgereit en el mismo saco de los carniceros Schnaas o Ittenbach... y eso que igualmente su cine es provocativo, de bajísimo presupuesto, cerdo, loco, extremadamente sangriento y desagradable, pero juega en una división MUY superior. Hila demasiado fino para ser un carnicero cualquiera, pero al mismo tiempo es demasiado salvaje como para ser considerado poco más que un demente con una cámara en la mano.
Schramm constituye la última película de éste director dentro del ejercicio de estilo que le hizo conocido dentro del más puro underground; lo que es toda una pena para los que disfrutamos con locuras de tal calibre. Para la ocasión contó con un escuetísimo reparto, llevando la mayor parte del peso de la trama sólo dos actores; Florian Koerner Von Gustorf (batería del grupo de rock alemán Mutter) y su musa particular Monika M., a quien ya vimos y disfrutamos en Nekromantik 2.
Florian hace el papel de Lothar Schramm, taxista procedente de Berlín que está enamorado de Marianne, una vecina que se dedica a la vertiente más bruta de la prostitución. De cara a ella es un vecino ejemplar que se desvive por ella, preparándole la cena, invitándola a tomar el té e incluso llevándola en su taxi a putear a los rincones más abyectos de la ciudad. Un accidente doméstico lleva a Schramm a debatirse entre la vida y la muerte, y mediante flashbacks y escenas aparentemente inconexas conoceremos su otra mitad, la de “el asesino del pintalabios”, un demente sádico y brutal que atesora todas las patologías y parafilias posibles.
En su escaso metraje, que sobrepasa por poco la hora de duración, haremos un viaje al interior de una mente esquizofrénica, sufriendo y padeciendo todo lo que Schramm ve y de qué forma lo percibe y le impacta. Así pues seremos testigos de todo un muestrario de bizarradas a cada cual más grotesca, desde un pene clavado a martillazos a una mesa hasta un coño con dientes (UN COÑO CON DIENTES!!!) que aparece por cualquier parte para desconcierto del espectador.
Lo que se nos plantea es más psicológico que físico, representado por personajes que, de tan marginales, nunca nos sentiremos identificados con ellos. No obstante, es inmenso el impacto que puede generarnos la imposibilidad para distinguir entre todo el catálogo de depravación lo que es real de lo que está dentro de la psique del protagonista, y si él lo visualiza... nosotros, por ende, también.
Las habilidades de Jörg Buttgereit alcanzan su punto más álgido en esta obra, la composición de los planos, el uso de la steadicam o los desplazamientos con la grúa son recursos que están usados con enorme habilidad, acierto y talento, y desde luego muy poco habituales dentro de estas producciones.
Para la mayoría de la gente solo se trata de otra película enfermiza, malsana y hecha sin presupuesto; aunque lo cierto es que va mucho más allá de las cabezas cercenadas, tripas colganderas o desmembramientos varios. Schramm es una joya que no solo contiene escenas muy desagradables y perturbadoras, sino que también consigue lo que la mayoría de producciones millonarias no son capaces: dejarnos pensando sobre la vida, la muerte y la locura entre tanto surrealismo y depravación.
NOTA: 8,5/10