lunes, 4 de febrero de 2013

DE CINE: EL TERROR NO TIENE FORMA (THE BLOB)

Año: 1988
País: USA
Duración: 95 min
Director: Chuck Russell (AKA Charles Russell)
 
Ficha completa AQUÍ

                                       ARGUMENTO
Una malévola forma de vida viscosa irrumpe en un tranquilo pueblo de Arborville. Sin problemas de conciencia ni inteligencia alguna, The Blob sólo sabe hacer una cosa, pero es todo un experto en ello: comerse todo lo que se mueve: hombres, mujeres o niños... Remake de un conocido filme de los años cincuenta (The Blob, 1958, con Steve McQueen).

                                       COMENTARIO
No recuerdo la fecha con exactitud, pero según las fuentes oficiales la movida ocurrió a finales de Enero de 2003. Me resulta increíble que haya transcurrido ya toda una década desde entonces, y más raro aún ser consciente de que recuerdo aquella noche con total claridad, pese a llevar una turca como un piano de grande. Pero qué le vamos a hacer, tenía diecisiete añitos recién cumplidos y como todos los chavales a esa edad lo único que quería era salir hasta las tantas y agarrarme unas moñas de espanto... aunque a decir verdad, no he madurado mucho en estos diez años.
Estaba con un par de colegas en un parque a las afueras de Puertollano, mi pueblo natal, situado en la provincia de Ciudad Real, sitio donde se cuenta que hace unos siglos vivió un ingenioso hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Eran... ¿seis? ¿siete? cubatas de Cutty Sark los que me había metido entre pecho y espalda, y me habían proporcionado algo así como una inyección de adrenalina que me hacía mover la cabeza como un loco al ritmo de la batería de Gene Hoglan.
Mis dos amigos no estaban mucho más serenos que yo, para qué engañarnos, dios no nos criaría... pero nosotros nos juntábamos. Entre conversaciones absurdas, bebida, música y un frío de cojones pasábamos la noche con toda normalidad, como otras tantas en las que habíamos hecho siempre lo mismo; hasta que sucedió una cosa a todas luces insólita que se convirtió en lo más raro que he visto en toda mi vida.
Fue visto y no visto, con un rapidez increíble. Una bola de fuego de dimensiones acojonantes cayó del cielo y se fue a estrellar a unas decenas de metros de nosotros, provocando un temblor de tierra que hasta nos volcó los vasos con el bebercio. Me giré lentamente y miré a mis amigos cara a cara, para encontrarme dos rostros ojipláticos que parecían esculpidos en piedra. Observé el canuto que tenía en una mano con expresión desconcertante ¿qué mierda me estaba fumando? ¿sería una alucinación, producto del thc? ¿O quizás había caído un puto meteorito en mi pueblo, delante de mis narices?.
- Hos...tia...pu...ta - dijimos los tres mosqueteros al unísono. A lo lejos se divisaba un incendio que poco a poco se iba avivando y parecía un claro indicador del punto de impacto. Nos metimos en el coche, un citroën ZX con más años de un saco de gnomos, y nos lanzamos campo a través en dirección del resplandor.
Cuando por fin llegamos al sitio y puse un pie en tierra, se me aceleró el pulso y percibí un regusto amargo en la garganta. Tenía delante un cañaveral, una jodida zona pantanosa de las que tanto abundan en mi pueblo, que se estaba chamuscando como paja seca. Había unos surcos con juncos aplastados ardiendo a lo largo de unos cuantos metros, como si lo que quiera que hubiera caído allí se hubiera ido frenando hasta detenerse por completo. Donde terminaban los surcos había una masa ardiendo del diámetro de una furgoneta; y lo más cojonudo de todo el caso es que el fuego salía... de debajo del agua. La charca se estaba quemando delante de nuestros ojos como si fuera lo más natural del mundo.
Qué rabia me da que por aquellos entonces los teléfonos móviles no tuvieran cámara de fotos incorporada, así podría haber tomado unas cuantas imágenes para el recuerdo. Saqué mi fabuloso ALCATEL de defensa personal y llamé a la policía. Digo de defensa personal porque era tan grande como un ladrillo y pesaba el triple, con eso se podía descalabrar a un rinoceronte.
Lo mejor fue cuando aparecieron al rato los maderos por el lugar y nos preguntaron si lo habíamos prendido nosotros. Es lo más obvio, prender fuego a un lodazal, de verdad a éstos no se qué carajo les enseñan en la academia... pero vamos, ahora que lo pienso, supongo que debieron flipar al encontrarse aquello en llamas y tres chavales borrachos como piojos danzando por el lugar.
Cuando el que parecía el jefe de los pitufos se aproximó a la bola llameante, una idea me comenzó a rondar la mente y me reí tan alto que debieron pensar que además de borracho era subnormal. Hostia, ¿Qué pasaría si ahora saliera una masa de color rosado del interior y se comiera al imbécil del policía? ¡Sería cojonudo! ¿Y si después de eso se fuera comiendo uno por uno a todos los catetos, chonis y gañanes que habitaban por las cercanías? ¡Mejor todavía!
Pero no, no pasó. Se ve que los meteoritos guays que devoran seres humanos sólo caen en las zonas rurales de Estados Unidos, y en las zonas rurales de La Mancha nos tenemos que joder y conformarnos con la basura cósmica de segunda división que no lleva en su núcleo formas de vida con instintos asesinos.
Después llegaron los bomberos, y cuando llevábamos un rato insistiendo para que nos dejaran una manguera a cada uno, nos acabaron echando del lugar. Panda de capullos, rechazar de esa forma una muestra de colaboración ciudadana... ya les vale. El tema es que lo que fuera que cayó aquella noche no contenía ni microbios, ni gérmenes ni nada por el estilo, y a día de hoy Puertollano sigue siendo todo un hervidero de catetos, chonis y gañanes.
Por cierto, hasta  Friker Jiménez se hizo eco del suceso unos años más tarde y le dedicó un espacio en Cuarto Milenio, donde entrevistó a algunas personas que vieron el fenómeno, pero de los tres chicos con melenas que dieron la voz de alarma nadie se acordó. Aquí tenéis el vídeo, por si queréis verlo:
     

Pero como comentaba anteriormente, en USA reciben desde el espacio todo tipo de mierda interesante; así lo demuestra la gran película “El terror no tiene forma”, también conocida como “The blob”. Se trata de un remake de una película americana de los años ‘50 llamada “La masa devoradora”, y es de las pocas ocasiones en que un remake supera la obra original.
Hacía mucho tiempo que no la veía, y gracias a mi particular proveedor de broza en formato DVD, Dani Krudo Czarnian, he podido darle un repaso que ha servido para afianzar todavía más mis impresiones para con este film: me encanta, la encuentro una peli divertidísima que resiste con fuerza el paso del tiempo.
Es una cinta totalmente apta para nostálgicos de los ‘80 y que reúne todos los elementos que engrandecían el cine fantástico de aquella época. Con un inicio arrollador, veremos un meteorito que cae en alguna zona remota de los Estados Unidos; del que sale una sustancia color rosa muy parecida a los mocos de “Cazafantasmas 2” y que atacará primero a un mendigo, y posteriormente tratará de papearse todo lo que camine de espaldas al Sol.
La acción se centrará sobre todo en Brian y Meg, que intentarán detener el avance de la masa antropófada que crece sin control y mesura con cada cuerpo que deglute. Brian (Kevin Dillon) es el típico gamberro con mucha jeta, pero en el fondo es buen chaval y hará todo lo que esté en sus manos para evitar que su pueblo se vaya al carajo. Shawnee Smith encarna el rol de Meg, sin duda lo hace genial, la encuentro una actriz muy expresiva; unos años más tarde l encontraríamos haciendo de Amanda en la saga SAW.
Al margen de la masa de las pelotas, también nos encontramos con un gobierno que intenta ocultar información, y un cuerpo de policía que no sabe muy bien qué hacer con la situación, por tanto todo dependerá de los habitantes de la localidad y su pericia.
Otro de los puntos que me encantan de la película es que no hay concesiones de ningún tipo con los personajes, no te puedes encariñar con ellos en exceso porque cualquiera puede ser víctima del mondongo rosado. La primera escena que se me viene a la mente es la de la camarera encerrada en la cabina telefónica, o la del niño siendo devorado en las cloacas. Ésta última, por cierto, fue muy criticada por todo el mundo al mostrar la truculencia de la muerte violenta de un menor.
En el apartado de los FX nos encontraremos todo un despliegue de imaginación, cosa comprensible teniendo en cuenta que andaba por ahí metido Greg Nicotero, a destacar las muertes que componen toda la cinta, mucho más explícitas y salvajes que las del film original de los 50.
Su gran ritmo narrativo, acción y dosis de suspense la han convertido en una obra muy apreciada por los fans del género de todo el mundo, y su buen estado a día de hoy la convierte en un clásico. No será tan conocida como otras, pero igualmente merece un lugar en tu videoteca.

NOTA: 8’5/10

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