viernes, 21 de diciembre de 2012

DE CINE: HOBGOBLINS

Año: 1988
País: USA
Duración: 92 min
Director: Rick Sloane
Ficha completa AQUÍ

                                                          ARGUMENTO
McCreedy, un anciano vigilante nocturno de un gran estudio de cine, advierte a Kevin, muchacho impulsivo, de que se mantenga alejado de cierto cuarto en el sótano. La curiosidad de Kevin le hace no atender este consejo e investiga el porqué. Penetra y se encuentra a los terribles Hobgoblins, criaturas traviesas que se mueven siguiendo impulsos de luz y que se apoderan de las fantasías de la gente. Sólo reviven de noche y, tras huir, han de ser capturados antes del amanecer o la ciudad correrá peligro. Kevin corre a buscar ayuda de sus amigos



                                                           COMENTARIO
Joder, qué coñazo. El puto tren está a reventar de gente y aun me quedan tres horas de
viaje hasta llegar a casa. Señores de AVE… ¿tanto cuesta hacer asientos en los que quepa
cómodamente una persona de tamaño normal? ¿Son así de incómodos por accidente o sólo
es por tocar los huevos al personal? Vamos a amenizar un poco el viaje… a ver que tengo por
aquí. Saco el ordenador, me voy a la carpeta de descargas y un nombre me golpea en los ojos:
Hobgoblins. Dios mío, ¿estaré mentalmente preparado para enfrentarme a esta bazofia? Sólo
hay una forma de averiguarlo, darle al play e intentar sobrevivir…
Pues sí, queridos (pocos) lectores que pululáis clandestinamente por el blog de BIBLIOPHAGUS,
voy de viaje en tren y me acabo de tragar semejante basura de cabo a rabo. Hobgoblins es uno
de esos productos concebidos para explotar una idea previa, como fue el caso de Gremlins y el
impacto que causó. A raíz del film de Joe Dante se puso de moda, podemos hablar casi de un
subgénero, el cine de bichos cabroncetes con mala leche; algunas ideas mejores que otras.
Así pues, tenemos Critters (mis favoritos), Ghoulies, Munchies… y Hobgoblins. Ésta peli que
hoy nos ocupa podemos decir sin temor a errar que es la mayor putísima mierda que ha
podido concebir cerebro alguno.
Como no podía ser de otra forma, nos vamos hasta algún rincón perdido de Norteamérica,
más concretamente hasta un decadente estudio cinematográfico. Allí conocemos a uno de los
vigilantes, un hombre mayor que guarda un oscuro secreto: lleva treinta años vigilando unas
criaturas a las que mantiene encerradas en un área concreta del edificio, e intenta que ningún
compañero suyo o trabajador del estudio curiosee por la zona.
Las criaturas son algo así como gremlins arrugados con más pelos que un saco de kiwis, que
vinieron del espacio exterior (o eso dice el vigilante) en naves biplaza que seguro que eran más
cómodas que el puto asiento del AVE que me está jodiendo el culo ahora mismo. Por si eso no
fuera suficiente, además tienen la habilidad de penetrar en la mente de la gente y cumplir sus
sueños más anhelados para después tratar de matarlos. Retorcido, ¿no?

Por aquello del destino los Hobgoblins se escapan del estudio y campan a sus anchas por
la ciudad, o más bien casi los dos únicos escenarios que hay en toda la película, una casa
particular y un club de mala muerte. Un grupo de amigos más idiota de lo habitual –que ya
es decir- intentará detenerlos y devolverlos a su lugar de origen; y de tan estereotipados que
están sus roles llegan a causar vergüenza ajena: el militar cachas, el fracasado, el pajillero
tímido, la tonta del culo y el zorrón.
Se puede hacer cine sin apenas medios y obtener grandísimos resultados, pero este no es el
caso. Hay películas que de tan cutres son una partida de caja, aunque Hobgoblins no consigue
ni el amago de sonrisa. Actuaciones nefastas, diálogos sin sentido (me juego la mano derecha a
que el guion entero cabía en una servilleta de bar…) localizaciones de mierda, planos eternos…
es que no se puede salvar nada, nada. Ni siquiera los FX cuentan con algo de stop motion, los
muñecos están animados por marionetistas o titiriteros; por no hablar de cuando “atacan” a
alguien, que se limitan a soltar un peluche encima del actor y que este se apañe dando saltos
para intentar que resulte creíble.
De verdad, no la veáis. Es un insulto hasta para los fans del cine cutre más casposo.

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